jueves, 3 de junio de 2010

Las desventuras de la rana Calixta


Hace unos años atrás en los Esteros del Ibera vivía una solitaria ranita verde llamada Calixta.

Sus días transcurrían tranquilos, por las mañanas al despertar disfrutaba del alba mientras veía asomarse los primeros rayos de sol que hacían brillar el agua como si todo el firmamento hubiese volcado las estrellas de repente.

Pero por las tardes la paz se veía saboteada por los pichones de patos y demás aves que llegaban al estero a comer los bichitos que allí encontraban. Esto enojaba muchísimo a Calixta porque los patos tenían un pésimo humor y nunca la dejaban acercarse al alimento, y para cuando ya habían llenado sus estómagos, no quedaba casi nada para la pobre ranita.

Una tarde se encontraba sobre una tibia piedra mientras observaba a los pájaros comer, cuando de repente sintió un chasquido detrás de ella, inmediatamente pensó que eran unas garzas burlonas que andaban merodeando, se dio vuelta de un solo saltito pero no había nada, solo agua y algunas burbujas sobre la superficie. Pero como la curiosidad no es solo característica de los gatos, Calixta no aguanto las ganas de saber qué era eso y se acerco a la orilla de la piedra, entonces pudo divisar un color rojizo que parecía moverse debajo del agua, y pensando que podía ser algún bichito que había escapado de las aves estiro su lengua elástica hasta tocarlo, fue entonces cuando subió a la superficie un pequeño pececito de color carmín. Este le conto que se llamaba Pedrito, a pesar de ser un pez tropical vivía en el estero porque su dueño, un nene de 10 años, lo tuvo que dejar en libertad porque se iba a mudar con sus padres a Estados Unidos.

Así pasaron los días y Calixta cultivo una amistad con Pedrito que crecía día a día. Incluso idearon una estrategia para ahuyentar a los pájaros, la misma consistía en que la ranita simularía con su lengua ser un gusanito, y cuando los pájaros se acercaran el pececito los golpearía con su cola.

Una tarde misteriosamente los graznidos de las aves cesaron, y los amigos pensaron que finalmente habían ahuyentado todos los pichones insolentes. Lo que ellos desconocían era que existía algo llamado temporada de caza, que era la verdadera razón por la que ya no había más aves en el estero.

Entonces mientras se daban un banquete, la ranita en la orilla y el pececito cerca, encontraron un nido abandonado. Pero solo estaba abandonado por las aves porque dentro contenía 6 pequeños huevitos que más tarde descubrirían que eran hijos de las garzas.

Calixta y Pedrito los incubaron y cuidaron hasta que fueron aves adultas, y estas les contaron a sus hijos la historia de cómo fueron salvados por estos dos amiguitos, así fue como el estero recupero la paz y vivieron todos contentos.

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